Piratería musical

Publico este texto porque me parece un tema que me ha afectado de forma directa a la hora de hacer este blog, a pesar de que no habla sobre la piratería de libros pero sí sobre la música creo que a ambos les afecta de la misma manera.

    Según la asociación mundial de la industria fonográfica IFPI, las ventas globales de discos compactos cayeron en 2001 un 5% y un 9,2% en 2002. En España se vendieron 71 millones de discos compactos legales en 2002 y 25 millones de ilegales. En conjunto, la industria discográfica española facturó 610 millones de euros en 2002, frente a los 685 millones del año anterior: una reducción del 11%.


    La causa de esta caída es la piratería práctica que afecta a gran parte de la industria cultural y de ocio, pero muy particularmente al mundo musical. Esa piratería actúa en dos frentes principales. De una parte, el intercambio gratuito de música a través de Internet, un hábito de difícil control, probablemente el más perjudicial para el futuro del sector. Un dato sitúa cuantitativamente el problema: se calcula que cada día se efectúan en el mundo cuatro millones de descargas o trasvases de archivos musicales. De otro, el llamado top manta: la venta callejera de productos ilegales ofrece un precio inferior por el ahorro que obtienen los piratas en la fabricación del disco (al eludir los gastos de promoción, marketing, derechos de autor, canales de distribución e impuestos).


    Frente a esta situación caben diversas propuestas, desde las meramente represivas y policiales, sobre todo en relación al top manta, hasta la elaboración de una normativa más severa y universal que defienda con mayor rigor los derechos de autor y la legítima aspiración industrial a la rentabilidad. La Unión Europea, ciertamente, está estudiando una legislación que armonice las muy distintas reglamentaciones nacionales, pero también la Unión Europea añadirá una política fiscal en la que no se penalice en exceso el producto y que estimule, al menos en parte, su abaratamiento. No es lógico que en España un disco soporte un IVA del 16% al no ser considerado merecedero de un tratamiento fiscal especial como sí ocurre con otros productos culturales. Por otra parte, el sector discográfico no puede eludir sus responsabilidades ni atrincherarse en la lamentación por la pérdida de los años dorados del disco que fueron los últimos ochenta y primeros noventa del pasado siglo. Debe construir alternativas adaptadas al presente tecnológico: ofertas especiales, posibilidades de suscripciones o colaboración con otros sectores culturales para crear sinergias.


    Pero ni la represión policial, ni las reglamentaciones nacionales o supranacionales, ni las alternativas de comercialización podrán despejar los nubarrones que se han instalado sobre la industria del disco si a todo ello no se le añade la convicción ciudadana de que la gratuidad es insostenible; es decir, que lo que tiene valor requiere de un reconocimiento en forma de una retribución digna, y que sin este estímulo desaparecerán la creatividad y el talento.


“Piratería musical”, editorial de El País de los Estudiantes, 17 de febrero de 2003, pág. 5 (selección).
 Gracias a la colaboración de Bernardo Toro

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